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Mercredi 14 novembre 2012
El genocidio perpetrado por el nazismo, durante el siglo xx, ha revelado al mundo el mal radical. Sin embargo, desde hace mucho tiempo, este mal radical se encuentra en el corazón de la sabiduría popular, y los cuentos maravillosos describen con asombrosa precisión la terrible amenaza que éste hace pesar sobre cada uno de nosotros.
Anna Griève —apoyándose sobre los cuentos de Grimm, pero también sobre los de Perrault, Affanassiev e incluso otros— resalta con toda claridad una “ciencia del mal” cuya sutileza fuerza la admiración. “Ciencia” surgida de lo profundo de los tiempos y transmitida por la tradición oral en la que ciertos cuentos destacan un mal transformable, integrable e incluso estructurante —a la imagen del sapo metamorfoseándose en príncipe. Otros, describen el enfrentamiento contra un mal destructor, descreador, mal sacrificial, un mal que uno no puede más que liberarse para no perecer —semejante al de Cenicienta luchando contra la voluntad asesina de su madrastra.
Los cuentos maravillosos —donde, con frecuencia, se juega la búsqueda de nuestra realización contra la voluntad perversa de destruir lo humano en el hombre— se constatan como expresiones geniales del alma susceptibles de predecir los momentos más oscuros de nuestra Historia.
Anna Griève es normalista y catedrática de lengua alemana. Consagra sus investigaciones al romanticismo alemán, a las obras de Goethe y de C.G. Jung.
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El anuncio de la primera publicación del libro de Anna Griève en Francia por las Editions Imago a principios de 2010 contenía un párrafo que me hizo saltar y salir disparado a comprar el libro. Es un párrafo que pregunta : ¿Dónde, en los cuentos maravillosos (los que solemos llamar “cuentos de hadas”), se puede ver la aparición de una figura como Hitler ? Y más aun : ¿Cómo reaccionan los personajes ante las propuestas de tal figura ? La causa de mi alerta instantánea tiene que ver, por supuesto, con mi gran interés por el vinculo entre los cuentos maravillosos y la creación artística – o, para ser mas preciso – por la critica dramatúrgico, la critica de la escritura y del contenido de la (re)presentación teatral, sobre todo cuando se confrontan temas y actitudes que llamamos “radicales”. Un tal anuncio apunta a la medula del tejemaneje dramático, a la constitución emotiva de toda narración : la pertinencia “radical” de lo que “se quiere decir” en lo que llamamos hoy en día “performance” – algo que abarca, claro está, mucho mas que la mera expresión escénica. Para mi se trata también del núcleo efectivo y afectivo de lo que llamamos psicología. Y para los que queremos comentar raíces “radicales”, ahí está Anna Griève cualificando a Hitler de figura tipo de los ella llama el “mal radical”.
Es un placer y un honor, el poder escribir esta introducción para Los Tres Cuervos de Anna Griève, y compartir mi entusiasmo con lectores hispanohablantes. Para explicar algo del impacto de sus ideas y temáticas, debo de compartir algunas de las anécdotas y sincronías del encuentro con el libro, y posteriormente con Anna Griève, quien hoy contribuye de manera activa (¡incluso teatralmente – a sus setenta y cinco años !) a las actividades de Pantheatre. Cuando el libro fue publicado no hubo en la prensa francesa ¡ni un solo comentario ! Esto se debe sin duda a los residuos de la alergia atávica que le tiene la inteligenzia francesa a C.G. Jung. ¡No vieron caer este meteorito intelectual ! Apenas tuve el libro en las manos le escribí a Anna Griève, pero mi email no le llego. Anna Griève vive bastante retirada, en la punta oeste de la Bretaña, pero mantiene un pequeño “pied à terre” en Paris del que se ocupa una joven estudiante suya. Da la casualidad que esta joven es amiga de una actriz que trabajaba con mi esposa, a su vez codirectora de Pantheatre, Linda Wise, quien le señaló que en el sito web de Pantheatre no solo había una presentación entusiasta del libro, sino que en la bibliografía de estudios ¡era considerado el “libro del año” ! Anna Griève, con característica impulsividad, ¡se presento esa misma tarde en nuestro piso en Paris ! Siguieron diálogos intensos y una larga serie de colaboraciones que sigue su curso.
Hacía ya mas de un año que por mi parte le daba vueltas en la cabeza y en laboratorios teatrales al montaje de un performance unipersonal sobre Hitler : voy por los 65 años – de hecho nací un año, cuatro meses y cuatro días después de que Hitler se suicidara en su bunker en Berlín – esto lo digo en el performance – y sentía una necesidad absoluta de confrontar la sombra que proyectó esta figura sobre mi vida. A veces me es difícil creer que ocurrió tal realidad histórica y que no fue todo la peor pesadilla de la humanidad. Recuerdo incluso en el Perú de mi infancia ecos sumamente ambiguos sobre los nazis y Hitler. Luego, en la escuela, vino el terrible shock de las imágenes filmadas durante la liberación de Auschwitz – los bulldozers empujando montañas de cadáveres esqueléticos. No podía creerlo – me parecía “inimaginable”. Y yo ¿que hubiera hecho en tales circunstancias ? Miraba a los vecinos judíos hasta con miedo y angustia. El performance sobre Hitler, que he presentado unas diez veces en los últimos meses, es un modo de dialogar con los fantasmas y memorias de los que vivieron ese infierno – sobre todo los judíos - y de expresarles mi respeto [1].
Fue el libro de Anna Griève quien me dio el empujón y la confianza psicológica que necesitaba – algo así como el salvoconducto para salir a bailar, cantar, y hablar en ese infierno. Hay, como ya lo he indicado, algo que considero fundamental en su proposición del “mal radical” y es precisamente la cuestión de la radicalidad – o por así decirlo : la cuestión del ataque a las raíces de la humanidad. Está claro para mí, o digamos para mi generación de artistas, que no nos hubiéramos involucrado en el arte si no fuera en busca de radicalidad. Pero la ansia y ambición de explorar esa radicalidad tenía en mi caso que ser relativizada e informada, por una consciencia cultural de lo mas exigente y profundamente honesta, y por así decirlo : con la mayor consciencia psicoterapéutica posible. Y lo que mas admiro en Anna Griève, además de su intrepidez intelectual, es su tino ético y psicológico : ¡sabe, y atina !
Más aún, considero que hay un gran peligro en la fascinación por la radicalidad, mas allá de la iconoclastia anti-conformista que diría es indispensable e inherente en la destructividad del modernismo : destruir para luego poder construir – como también lo lleva el concepto post-moderno derridiano de deconstrucción. Este tipo de destrucción implica una conquista a nivel de la consciencia, por ejemplo en el desmantelar de las ilusiones o en lo que el barroco llama : el “desencanto”. El peligro, y la responsabilidad crítica, residen en la dinámica ética que lleva con si el contrapunto estético y la ruptura “radical” que buscan tantas propuestas artísticas contemporáneas. Existe en la modernidad una fascinación, diría ontológica, por el mal, sobre todo desde Baudelaire y Las Flores del Mal, que también informa y dinamiza por ejemplo el concepto junguiano de “sombra”. Aquí la posición de Anna Griève es ejemplar y tajante, e incluye una crítica muy fina y sorprendentemente lúcida del optimismo terapéutico de C.G. Jung en su confrontación con el nazismo y con lo que yo describiría como las movidas chamánicas de Hitler – su manera impulsiva, irracional y directa de dialogar con el inconsciente. Jung lo vio incluso como una afinidad entre él y Hitler – y fue el tono de tales comentarios los que exacerbaron tantos reproches entorno a sus supuestas simpatías nazis y su supuesto anti-semitismo [2]. En relación a la propuesta de un mal radical, Anna Griève introduce el concepto de decreación y considera que el mal radical es una inversión de las dinámicas creativas humanas y que no es transformable, que no tiene posibilidad de terapia. Las contra-reacciones de defensa que Anna Griève analiza en los cuentos maravillosos, cuando se presenta el mal radical, son así de crueles y muchas veces de excesivas – un punto ético importante para quien aborda la “radicalidad” artística. La alteridad del mal, y mas aun del “mal radical”, su manera de “alterar”, ejerce una seducción de tipo demiúrgico para los artistas – un asunto grave y que incluye los riesgos de los pactos con el diablo. Anna Griève despierta y agudiza la crítica ético-estética con la precisión y vivacidad de su juicio ético, algo que considero indispensable en la creación artística – como lo es en el encuentro psicoterapéutico. Nos alerta del mas mínimo detalle que indique la presencia del mal radical.
Como artista y performer tuve la suerte de tener tres mentores en la confrontación con Hitler – dos de ellos muy conocidos por los lectores de Fata Morgana. James Hillman, quien hablaba a menudo, precisamente, de la necesidad de imaginar aquello que a veces llamamos « inimaginable » [3], y de buscar en los rincones de la imaginación los caminos por donde surgen figuras que se ponen a actuar de manera « inimaginable ». La segunda persona fue Rafael López-Pedraza quien vino a visitarnos a Francia en 1983 rumbo al congreso junguiano de Jerusalén, donde impartió su conferencia sobre la Ansiedad Cultural y compartió con nosotros sus notas sobre los excesos malignos del titanismo, y de lo que hoy llamamos comportamiento psicopático. La tercera figura, quizás menos conocida en círculos junguianos, fue Roy Hart, quien también tuve la suerte de tener como amigo y profesor. Roy Hart era judío, y el performance de Hitler era un tema que mencionaba muy a menudo. Su filosofía de la voz y de la expresión teatral, lo que el llamaba singing (cantar), se podría incluso resumir como sigue : “Si no logras cantar a Hitler – peligras que Hitler en cierto modo te cante. Y podriamos añadir en español : “te encante”.
Los artistas y alumnos de Pantheatre a los que presenté el libro de Anna Griève como base crítica de estudios dramatúrgicos, no han estudiado necesariamente a Jung ; conocen un poco su terminología sin que muchos hayan ahondado los esquemas teóricos de la psicología junguiana – y quizás son, como yo, mas “hillmanianos” que “junguianos”. El hecho es que la introducción de Anna Griève a su libro Los Tres Cuervos es una ardua exposición no solo de los principios de base de la filosofía junguiana pero también de cómo ella cuenta utilizarlos – y sobre todo la dinámica arquetipal de la síntesis de los opuestos y de la individuación. ¡Pensé que serian pocos los que lograrían atravesar tal antecámara ! A mi me pareció nítida y ejemplar la manera en que Anna Griève expone sus referencias teóricas - y eso que las dialécticas oposicionales y el concepto de individuación no son herramientas teóricas que suelo utilizar mucho. Por estas razones les aconsejé una manera alternativa de abordar el libro : Empezar hacia el final con el capitulo que narra y analiza el extraordinario cuento gitano “La Princesa de la Montaña de Hielo”.
Los apuntes de Anna Griève que dan pauta a este cuento son, me atrevería a decir, “exquisitos”, en su manera de analizar y sobre todo de corresponderle a las movidas psicológicas del cuento – a la inocencia de Fedma, a la picardía de la iniciativas de Rojo, su amigo-mentor, al “amor cultural” de la primera princesa, a la terrible frigidez de la princesa de la montaña de hielo y a la figura del mal radical : el mago-hermano. El hecho es que los esquemas “oposicionales” de este cuento son paradigmáticos – (el desenlace final ¡ni Hollywood podría igualarlo ! - aunque seguro que saldrá la película…) - y ponen en evidencia la álgebra binaria junguiana en un territorio donde la noción de opuestos adquiere todo su valor dinámico, biológico y psicológico : la atracción erótica-sexual. Al empezar la lectura del libro con este cuento uno entra de lleno a la vez en una trama narrativa excepcional, gracias sin duda al carisma y a la “maña” de la psique gitana, y en el esquema oposicional junguiano que Anna Griève cuadra con absoluto rigor, llevándonos hasta la confrontación final con la figura del mal radical. Dentro del planteamiento oposicional junguiano, considerado como weltanschauung – visión filosófica del mundo, o, como escribí, matriz “algebraica” y mas bien abstracta, surgen dos nociones que nos llevan hacia la figuración y que son en cierto modo la mitología de esta “álgebra” psicológica, su teatralización : me refiero a las nociones de anima y de animus. James Hillman las comenta - sobre todo la figura femenina de anima - en su magistral libro : Anima : An Anatomy of a Personified Notion – que considero como el libro clave para entender y apreciar su aporte a nivel de la imaginación artística. El rigor mas bien escolástico de Anna Griève nos brinda un lente cristalino de gran sensibilidad y humanidad para observar esta mitología ; me parecen muy acertadas sus conclusiones al cerrar el libro sobre lo que define como mal radical y su fenomenología contemporánea, refiriéndose a eventos que hoy, y después del Holocausto, calificamos de genocidios, como lo que sucedió en Bosnia Herzegovina, en Cambodia y en Ruanda, actualizando así el pensamiento de Jung, de Marie-Louise von Franz, y de otros grandes pensadores en este terreno, como Hanna Arendt.
Como he tenido la suerte de dialogar con Anna Griève, de disfrutar de su amistad, y de abrirle un foro de discusión ante los artistas asociados con Pantheatre, han surgido temas y trasfondos filosóficos que hemos abordado con mucha cautela y que seguimos explorando. Uno de ellos es la posición de la victima, y de lo que también habría que llamar la mitología victimaria. ¿Se puede hablar de “victima radical” ? ¿Y de “daño radical” ? [4] ¿Hasta donde, a nivel de la consciencia psicológica, se puede uno deslindar de la responsabilidad de los acontecimientos acusando una figura maligna ? Los argumentos y posicionamientos de Anna Griève son claros y equilibrados – en esto me recuerda la gran seriedad de Rafael López-Pedraza. Como artista yo suelo a veces buscar la voz del riesgo – y provocar (pro voce, después de todo.) El tema de fondo que surge a menudo pertenece a las actitudes de toma de responsabilidad meta-filosófica, cuando uno confronta, analiza y asume el daño, la deformación, el quebranto, las heridas y el fracaso como cicatrices constitutivas del “hacer alma”. En que momento, por ejemplo, puede uno pasar al planteamiento que dice que uno elije a sus propios padres. Anna Griève nos comunicó que está escribiendo un libro autobiográfico en el cual expone sus confrontaciones personales con el mal y sin duda, con el mal radical. Lo esperamos con mucha antelación.
Estas últimas reflexiones conclusivas pertenecen mas a un epílogo que a un prólogo como éste. Las incluyo porque la riqueza de Los Tres Cuervos me llevó a un viaje de actualización y de enriquecimiento ético en mi quehacer artístico. Cual sea el ámbito de interés personal o profesional del lector, le deseo un viaje similar y que disfrute del gran placer y desafío psicológico y cultural que nos brinda Anna Griève.
Présentation et extraits des Trois corbeaux, ou la science du mal dans les contes merveilleux en Français : voir ici
[1] El detonador de esta empresa fue el excelente libro de Alex Ross « The rest is noise », Picador, EEUU 2007 - y sobre todo sus capítulos sobre la música bajo Stalin y Hitler, y los casos de consciencia de Shostakovich y de Prokofiev. El entierro de Prokofiev tuvo lugar en Moscú ¡el mismo día que el de Stalin ! – y claro, solo un puñado de amigos se atrevieron a ir al “otro” entierro.
[2] Quizás el análisis mas acertado de estas polémicas está en el reciente libro de Sanford L. Drob : Kabbalistic Visions : C.G. Jung and Jewish Mysticism – Spring Journal Books, Nueva Orleans.
[3] En su último libro, A terrible love of war, Hillman vuelve repetidas veces a la cuestión de figurarse lo “inimaginable”. Lo hizo particularmente en referencia a la guerra en Bosnia Herzegovina y a la masacre de Zebreniska, y al hecho de que la escritora norteamericana Suzan Sontag escribió – probablemente como yo acabo de hacerlo - que fue “inimaginable” lo que pasó.
[4] Obviamente, y siguiendo un esquema oposicional, habría que hablar también del « bien radical », pero intuyo que acabaríamos con el famoso encuentro de los opuestos y con una alianza infernal : la imposición de una ideología del bien.